jueves, 26 de junio de 2008

¿Vuelas conmigo?

…mmmm...¿Y si hoy me calzo mis zapatos rojos –como Sine- y echo a volar? ¿Vuelas conmigo?

Te escuchaba, te miraba, te escuchaba. Un poquito más, incluso, de lo que parecía. Para entenderte más, o quizás mejor. Y salté. Salté, y solté un juicio. Sí, eso que tú llamas mezcla de pensamiento y sentimiento. No una idea, un juicio. Y lo hice además de manera grandilocuente. Casi sentenciadora. Lo sé. Me salió de dentro, de lo más adentro. No era del todo consciente, también lo sé, ahora. Tenías razón. Pero no lo procesé. Lo vomité. Y luego; lloré. Un rato. Ya está. Gracias por abrazarme. Gracias. Me gustó sentir tu abrazo. Es que me llegaste al fondo. Donde están esas emociones, esos cariños, esos quereres, que no han conocido nunca la racionalidad, sólo el sentimiento. El mayor, el más puro, el mío, porque es el mío –como el tuyo es el tuyo, no por nada más-. Y es que a lo mejor hay cosas que duelen tanto que no se pueden hablar, que no, ni pensar, como dice mi hermana. Ni pensar. Que yo no planifiqué nunca, sólo en los últimos años porque si no, no llegaba a nada en estos tiempos locos y efímeros… pero voy a volver a acostumbrarme a no llegar a nada, porque no pienso hacerlo. Planificar. No sé planificar. Ni quiero hacerlo tampoco. Y menos con los cariños, con lo que amo. Yo vivo mi hoy, y creo que avanzo a pequeños pasos. Sí, poco a poco. Lo creo. Y no es poco, ¿sabes? No es poco, porque como decía genialmente Sirena Varada avanzar sabiendo que hay que vivir a la vez pasado, presente y futuro (aunque sea el más próximo) ya es. Y es mucho…

…mmmm...¿Y si hoy me calzo mis zapatos rojos –como Sine- y echo a volar? ¿Vuelas conmigo?

miércoles, 18 de junio de 2008

Reencuentros

Cuando bajo al Sur, me siento siempre y de nuevo acogida por la vida. Es como si la vida me estuviera esperando con una sonrisa. Con los brazos abiertos… En el barrio, por la calle, la gente se reconoce, se saluda, se paran a hablar de sus cosas, y se despiden con un “hasta luego”. Viven hacia afuera, más en esta época del año. Y eso, en ocasiones, a mí me revuelve; pero en otros momentos, como ahora, me apacigua, me reconcilia. Es como si la dosis de "alegría" o "energía vital" que sabes que existe pero que a veces no ves, te la pusieran delante de los ojos, se te metiera dentro, y luego, creciera en ti, germinara; como si nunca hubiese dejado de ser tuya. Sí, es como si el Sur “me inseminara de vida”. También de alegría. Y de dulzura. Y de sonrisas de acogida. Cuando bajo al Sur, después de cenar, charlo animadamente con mis padres, y en las noches de Quintero, nos solemos ir a la cama después de escuchar sus palabras de despedida. Ayer, eligió al poeta de Moguer, con el que crecí, Juan Ramón Jiménez ...


Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincon de aquel mi huerto florido y encalado,
mi espiritu errará, nostalgico.

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.

miércoles, 4 de junio de 2008

Algo sobre "The kite Runner”

Tengo grabada la cara del niño. Agazapado, atemorizado, angustiado, inmóvil. Como el que prefiere ni oír ni ver, aunque esté oyendo y viendo, porque es mejor no saber y porque va a ser para nada. Como oprimido o constreñido por sí mismo, sin remedio y pese a todo. …

(…A menudo he creído que la mayor parte de los libros en los que se inspiran películas de cine las superan. Generalmente, a mi juicio, reflejan de una manera mucho más precisa la realidad, la historia, los sentimientos o las emociones que quieren transmitir, entre otras cosas. Es el poder de la palabra. De la palabra certera y adecuada. Pero, sin embargo, también hay algo misterioso o mágico en las instantáneas que percibe directamente nuestra retina, porque más allá de lo que son capaces de provocarnos o de cuál sea la intención que quiere transmitirnos quien la coloca en nuestro punto de mira – como es el caso de una imagen o una foto insertada en una película-, una misma imagen puede ser objeto de múltiples interpretaciones. Casi tantas como ojos que la miren. Es como si “la traducción” propia de algo que nos llega estuviera menos acotada, pudiera ser algo más libre…)

…Y tengo aún más grabada su actitud ante lo que no quiere o puede enfrentarse, ante lo que le recuerda lo que hizo, o más bien, lo que no hizo, cómo “huye hacia delante” haciendo desaparecer de su vida al que era “su amigo”, al que le sujetaba el carrete de hilo de la cometa en sus juegos, por dejar de sentirse amenazado, por dejar de sentirse mal o a disgusto, por olvidar lo pasado, por darle la espalda como si no hubiera sucedido...Pero era sólo un niño… O quizás, quiero creer, que porque era sólo un niño, y la realidad le sobrevino, lo desbordó… Sin embargo, no puedo evitar pensar en la condición humana, en cómo el miedo a no saber qué hacer en una determinada circunstancia, o el miedo a comprometernos o a implicarnos con (en) algo o alguien, nos puede llevar a la cobardía, a una espiral de actos y actitudes cobardes. Y esto, la cobardía, ya no estoy tan segura de que forme parte de la condición humana...