…mmmm...¿Y si hoy me calzo mis zapatos rojos –como Sine- y echo a volar? ¿Vuelas conmigo?
Te escuchaba, te miraba, te escuchaba. Un poquito más, incluso, de lo que parecía. Para entenderte más, o quizás mejor. Y salté. Salté, y solté un juicio. Sí, eso que tú llamas mezcla de pensamiento y sentimiento. No una idea, un juicio. Y lo hice además de manera grandilocuente. Casi sentenciadora. Lo sé. Me salió de dentro, de lo más adentro. No era del todo consciente, también lo sé, ahora. Tenías razón. Pero no lo procesé. Lo vomité. Y luego; lloré. Un rato. Ya está. Gracias por abrazarme. Gracias. Me gustó sentir tu abrazo. Es que me llegaste al fondo. Donde están esas emociones, esos cariños, esos quereres, que no han conocido nunca la racionalidad, sólo el sentimiento. El mayor, el más puro, el mío, porque es el mío –como el tuyo es el tuyo, no por nada más-. Y es que a lo mejor hay cosas que duelen tanto que no se pueden hablar, que no, ni pensar, como dice mi hermana. Ni pensar. Que yo no planifiqué nunca, sólo en los últimos años porque si no, no llegaba a nada en estos tiempos locos y efímeros… pero voy a volver a acostumbrarme a no llegar a nada, porque no pienso hacerlo. Planificar. No sé planificar. Ni quiero hacerlo tampoco. Y menos con los cariños, con lo que amo. Yo vivo mi hoy, y creo que avanzo a pequeños pasos. Sí, poco a poco. Lo creo. Y no es poco, ¿sabes? No es poco, porque como decía genialmente Sirena Varada avanzar sabiendo que hay que vivir a la vez pasado, presente y futuro (aunque sea el más próximo) ya es. Y es mucho…
…mmmm...¿Y si hoy me calzo mis zapatos rojos –como Sine- y echo a volar? ¿Vuelas conmigo?
Te escuchaba, te miraba, te escuchaba. Un poquito más, incluso, de lo que parecía. Para entenderte más, o quizás mejor. Y salté. Salté, y solté un juicio. Sí, eso que tú llamas mezcla de pensamiento y sentimiento. No una idea, un juicio. Y lo hice además de manera grandilocuente. Casi sentenciadora. Lo sé. Me salió de dentro, de lo más adentro. No era del todo consciente, también lo sé, ahora. Tenías razón. Pero no lo procesé. Lo vomité. Y luego; lloré. Un rato. Ya está. Gracias por abrazarme. Gracias. Me gustó sentir tu abrazo. Es que me llegaste al fondo. Donde están esas emociones, esos cariños, esos quereres, que no han conocido nunca la racionalidad, sólo el sentimiento. El mayor, el más puro, el mío, porque es el mío –como el tuyo es el tuyo, no por nada más-. Y es que a lo mejor hay cosas que duelen tanto que no se pueden hablar, que no, ni pensar, como dice mi hermana. Ni pensar. Que yo no planifiqué nunca, sólo en los últimos años porque si no, no llegaba a nada en estos tiempos locos y efímeros… pero voy a volver a acostumbrarme a no llegar a nada, porque no pienso hacerlo. Planificar. No sé planificar. Ni quiero hacerlo tampoco. Y menos con los cariños, con lo que amo. Yo vivo mi hoy, y creo que avanzo a pequeños pasos. Sí, poco a poco. Lo creo. Y no es poco, ¿sabes? No es poco, porque como decía genialmente Sirena Varada avanzar sabiendo que hay que vivir a la vez pasado, presente y futuro (aunque sea el más próximo) ya es. Y es mucho…
…mmmm...¿Y si hoy me calzo mis zapatos rojos –como Sine- y echo a volar? ¿Vuelas conmigo?