domingo, 12 de abril de 2009

"O son do Ar"

Todas las nubes que pasan llueven. El tiempo no se mide por días, sino por ratos, por distancias, por rías, por montañas. Las terrazas son balcones acristalados cuya moldura reluce de blanco. Para captar toda la luz, para observar a la gente paseando y refugiarse del viento y del agua al mismo tiempo, también. El frío de mar, de mar bravo, se enreda con la lluvia y se mete en los huesos. Pero el calor de los bares, de la gastronomía, de su gente, lo apacigua. A veces ni lo sientes. Se te olvida. Cuando recorres las carreteras secundarias y ves agua en calma que entra del mar, casas dispersas pero acogedoras repartidas por todo el camino, sin casi distinción de lugares, de fronteras, un verde y un azul imposibles, de la hierba y del mar, que se mezclan en el horizonte, juntos, continuamente, uno sólo puede abandonarse y sentirse una parte más del paisaje que lo rodea. Lo mece el sonido del aire de Luar na Lubre, las conversaciones, los silencios tranquilos, claro... El acento cantarín te saca una sonrisa y le hace sacar otra al otro al ver la facilidad con la que su habla es mimetizada. Los pórticos de su ciudad de peregrinación, las calles antigüas, las lilas de Fonseca, los árboles de camelias, emulando a extraños rosales para el forastero, y esa plaza única, donde conviven sueños con realidades desde tan antaño, te empujan, te hacen seguir caminando. Pero, hay además un lugar donde los acantilados te llevan a respirar hondo y te tambalea el viento, y sientes más vivo el empuje de la ciudad antigüa. Hay un lugar donde los caballos pastan en libertad. Son preciosos. Es precioso verlos. Hay un lugar, al que se accede por carreteras secundarias, donde el presente convive con las supersticiones del pasado, San Andrés de Teixido, y tienes la sensación, incluso siendo escéptica, de que quizás la magia existe... y de que el sonido del aire te mecerá siempre...

domingo, 5 de abril de 2009

Sombras

Hay momentos en que uno tiene la sensación de que su presente está lleno de demasiadas sombras. No es que sean partes oscuras, o no me refiero yo a eso, me refiero a vidas con las que nos hemos cruzado de una manera relativamente intensa, y con las que no conseguimos una reconciliación en paz que transforme ese encuentro en experiencia, y que le devuelva a ese perfil en sombra, el rostro de la persona con la que coincidimos. Dicen que no se olvidan las palabras dichas en determinados momentos. Yo creo que lo que no se olvida es sobre todo la interpretación (a veces real, casi siempre figurada) que los que las escuchamos hacemos de ellas. Dicen que los hechos son lo que cuenta, pero muchas veces se nos escapan entre los dedos gestos sencillos que creemos pueden alegrar a otro, sin más pretensión, o quizás con la pretensión no consciente de que las sombras que a veces aparecen se esfumen, pero no son acogidos como lo que son. Quizás no puedan ser acogidos así. No lo sé. Hay que aceptar tanto. Hay que respetar tanto… que a veces me llena la frustración de no poder reconciliar mi vida con mis sombras porque ellas se niegan a que les dé la luz. A convertirse en rostros. Con lo fácil que sería. Pero es cosa de dos. Sin embargo, y pese a esta frustración que me invade en determinados momentos, a esa sensación que asalta mi presente, tengo que reconocer, que no me impide mirar hacia delante y hacia arriba. Porque mirar hacia delante y hacia arriba hace tiempo que se convirtió para mí en una obligación moral. Por eso, y porque estoy encantada de volver a ver el sol, he decidido jugar a esconderme de esas sombras cuando vuelvan a aparecer, porque hacer como si no existieran no ha servido de mucho (al subconsciente no se le engaña tan fácilmente). Igual cuela….Mira que si un día al no encontrarme cogen y se van…