jueves, 27 de marzo de 2008

Para ti es un globo muy inflado

…Él las llamó entonces (y se quedó) “posibilidades de ensanchamiento…” (y lo dejó así, abierto). Pude sentirlas más tarde (también quería, lo sé, pero no intervino la voluntad aquí, no. Las sentí). Y lo entendí (aunque sé que todavía tengo mucho que aprender para hacerlo en todos sus términos y con la mayor parte de sus derivaciones y matices)…
… A Marina le leo estos días “aumento de posibilidades”, como una de las dos gigantescas motivaciones del ser humano. Y cuando se aumentan las posibilidades nuestro ánimo se dilata, se expande. (La otra es el bienestar)...
…Erich Fromm pensaba que “la creación” –la primera de las motivaciones de Marina- era la más poderosa…
…Spinoza, llamó a ese sentimiento “alegría”. “Todo el mundo quiere ser la ocasión de que algo bueno o bello o brillante o conmovedor exista”.

…Pero no siempre hay fuerzas, no siempre hay ganas, o no siempre el camino está tan limpio de matorrales, ni el cielo tan despejado ni luminoso, ni nosotros tan abiertos a lo innovador, tan plásticos a lo arriesgado o difícil que llega o está por llegar…Y es que a veces resulta más complejo que otras vivir con nuestras contradicciones: “queremos estar simultáneamente tranquilos y exaltados, ser a la vez tiernos y apresurados, vinculados y desvinculados, intrascendentes y trascendentales…amantes y amados”

martes, 25 de marzo de 2008

Incursión en el pasado

(No sé si es que mi altura no me lo permitía, o es que cuando era niña mis miradas iban dirigidas hacia otros sitios, pero no recuerdo haberme dado cuenta nunca de que al bajar las calles, casi cualquiera, se podía ver el campo y en él las estaciones con sólo mirar a lo lejos.
Crecí en un pueblo ubicado en la zona más alta del valle que lo rodeaba. Desde los seis hasta los catorce años fui al mismo colegio. Tuve suerte. Disfruté muchísimo durante esos años. Mis compañeros de pupitre y juegos eran despiertos, inquietos, algo pillos, listos, con sonrisa en los labios y a menudo con risas en la boca…y, sin ser muy consciente, mis amigos de entonces)

Bajamos la calle. Una calle estrecha, con escalones bajitos y grandes descansillos, desde la plaza del pueblo hacia las dos ermitas. El horizonte era verde. La hierba del campo, los abetos -los de siempre-, los montículos de antiguas minas de carbón -también ahora verdes-... el sol bajo, a la derecha, ese olor mezcla de amapolas recién cortadas e incienso de esta época del año que recordaba…Luego, el camino hacia la aldea. Hablando, bromeando, tratando al mismo tiempo de reconoceros a vosotros y a los lugares, las colinas, los cruces, las casas...Y al llegar, en la terraza improvisada de la puerta del bar, de nuevo las bromas y la charla de antes, del antes, como si no hubiera pasado el tiempo. Como si las barreras inevitables que este va construyendo al crecer y llevar vidas distintas, reforzadas por las que levanta la distancia, se hubiesen esfumado, se hubiesen diluido en aquel valle, en esa tarde de viernes. Como si hubiéramos retrocedido a la infancia, y “el nosotros” del presente (con nuestras circunstancias y experiencias propias e independientes) hubiera dejado de existir por unas horas.
Recordamos repetidas veces viejos chascarrillos y vivencias comunes, muchas, casi todas (ampliando los límites de mi memoria consciente más allá de lo imaginable). Arañamos minutos al sol, bordeamos las edades pasadas hasta llegar allí y nos quedamos con ganas de más.

sábado, 15 de marzo de 2008

Porque tú hace mucho ya que te quedaste...

Acabo de hablar con Mariano. Estaba nervioso. Andaba sacando y metiendo cosas en la maleta. Como siempre, antes de partir, como todos los años en estas fechas. Hasta las tres no cerrará el equipaje. Le he dicho que no se apure, que este año no le van a pedir galletas de chocolate ni latas de atún a medianoche. Ha hecho una pausa. He intuido una sonrisa. Me ha dicho que se acordará de mí…pero que las galletas no las saca, que las llevará todo el día consigo por si ve a alguien que las necesita, sobre todo en la cola del café…a medianoche…

“...Allí, los sentimientos más puros, las ideas más claras, los pensamientos más lúcidos llegan sin avisar, te pillan desprevenido y te desbordan; y sé que siempre llegan, que siempre hay un antes y un después, pero me siguen pillando desprevenida… Cuando uno se abandona al anochecer de la luna llena de Pascua en aquellas colinas bajas, verdes, onduladas, desde el rincón por el que se accede a la parte Este de la iglesia, puede pasar horas y horas en silencio, tranquilo, mirando al horizonte, con la alegría serena del que encuentra su lugar, con la calma del que todo lo tiene, con el cobijo del que se sabe protegido y la confianza del que se siente capaz de superar sus obstáculos, romper sus ataduras y creer en sus posibilidades, en sus inmensas posibilidades…Es el amor. Es el amor que todo lo puede, es ese mágico y a veces extraño, círculo virtuoso, tan frágil y tan fuerte al mismo tiempo, que lo rodea; es esa intensidad y bondad que lo caracteriza, lo que nace y puede habitar en nosotros, y además es capaz de trascendernos obnubilando nuestras oscuridades y haciendo brillar nuestra luz… Es el amor…” (Pandemonium, abril 06)

“Me he dado cuenta de que hay veces en la vida que es necesario preparar “sorpresas”, porque así conseguimos hacer únicos determinados momentos, que de otra manera no trascenderían por su extrema cotidianeidad.
Me he dado cuenta de que cuando sentimos la necesidad de despedirnos de alguien o de algún lugar, debemos respirar hondo y hacerlo, a ser posible solos.
Me he dado cuenta de que cada persona puede estar intentando acercarse a nosotros de la mejor manera que sabe. Y porque a veces uno no perciba ese acercamiento o incluso ese intento de acercamiento, no significa que el otro no lo esté intentando. Que cada uno tenemos nuestras maneras y nuestros ritmos.
Me he dado cuenta que hay que empezar cuantas veces sea necesario: No una o dos o cinco. Cuantas veces sea necesario. Que vale cansarse y parar, pero que siempre hay que volver a retomar el camino.
Me doy cuenta cada vez más de que por muy distintos que seamos, todos bebemos de una misma fuente.

Me he dado más cuenta de lo importante que es la paciencia y la espera para con el otro. Y de que hay que evitar las susceptibilidades. Que en el fondo no nos juzga nadie, sino nosotros mismos.
Me he dado más cuenta de que todos nos equivocamos y podemos en un momento determinado no saber qué hacer para que una relación funcione. Pero que la posibilidad de comenzar una relación no puede depender tanto del equivocarnos o no, que todo tiene que ser más sencillo, que el amor, en particular o en general, tiene que ser más sencillo. Y que cuando lo haya de veras, todo se vuelve más fácil y se crea un ambiente propicio al diálogo.
Me he dado más cuenta de otro matiz de la confianza. Que no sólo en la vida, sino con las personas, especialmente con las personas, la confianza se construye, no se produce por generación espontánea. Y que puesto que es construida, también puede sufrir ataques que la dejen herida e incluso destruirse. Que cada uno debe seguir su propio camino de confianza. Que con muchas personas no encajamos, pero que con otras muchas sí podemos compartir y construir esa confianza". (Una mañana de domingo de primavera en que los pensamientos y las emociones brotan de dentro como un volcán en erupción…Pandemonium, abril 07)

martes, 4 de marzo de 2008

Fly on, little wing…

…Una estación ya conocida muy transitada. Un pueblo grande con olor a primavera. Una terraza rodeada de luz para compartir. Un lugar de retiro y amabilidad. Un espacio diáfano y provocador que emula, en una de sus partes, el esqueleto de una ballena desde lejos, y el jardín de los recuerdos que nunca existieron desde cerca. Nuestro paseo, al atardecer. La primera broma ante mi manera compulsiva de quitarme y ponerme la chaqueta de cuero negro. Un laberinto de aparcamiento y un “chaval” en motocicleta que nos ayudan a dejar más perdido el coche. Nuestra incredulidad, nuestro asombro, nuestras risas. Un bistrôt francés donde las cartas se presentan como grandes pizarras que parecen engullirnos…y la delicia del mejor queso derretido en la boca aderezado con el mejor vino que lo acompaña. Sabores, conversación, más intimidad, más compañía. Un reencuentro con lo mejor del pop de los ochenta. Una voz desafinada que intenta engancharse sin suerte a otras dos, mucho más acompasadas. Una ausencia y bienvenida a un lugar donde todo es posible: incluso caminar sin prisas, respirar calma sin apartarse demasiado, y ver mar. Mar azul, del mediterráneo. Casas blancas. Voces de niños. El objetivo de una cámara que nos saca guapos. Una cena de chascarrillos, con incienso. Manta, sofá, juegos y más risas. Y al comenzar el día, en el tren de vuelta, los acordes de J. Hendrix en “little wing” entre sueños…