martes, 11 de septiembre de 2012

A veces la vida se te sale por la boca (II)

A veces la vida se te sale por la boca. Sin digerirla…

Y en esos segundos en los que hemos pasado de la excitación a la calma, del Piazzola fuerte y vivo al Piazzola inspirador y tranquilo, veo, también, una primavera adornada con flores blancas de almendro y amistad, que después de 20 años, no orientó mi camino, sino que lo intuyó. Por hacerme sentir. Y probar, sin saber, dejándome hacer. Por no pensar. Por recordarme que la confianza también te puede sorprender, de pronto, cuando se ha perdido…por invitarme a dejar que la vida y el tiempo decidan qué se queda. .. Y entonces, veo títeres, pasacalles, y un tiovivo parisino, de los de antes, delicado, exquisito, como hecho a mano… entre grandes piedras castellanas de fondo. Y rosas de colores, de todos, y una luna grande, brillante, que se refleja en un estanque, desde donde se ve la ciudad, Madrid, de noche, sin sueño, con sueños (soñar puede ser gratis). Una guitarra de doce cuerdas, y amigos comunes que nos encuentran en el pasado, pero sin que nosotros nos viéramos, sin saberlo. Teatro, acción, focos, y una cámara que me muestra que no se mira igual desde todos los ángulos, ni se oye. Ni se escucha. Despierto a los sonidos con los oídos más abiertos que nunca. Y oigo, y diferencio, y escucho, según toque. Aprendo más del séptimo arte. Y ya no miro igual a la pantalla. Ni a las historias. Historias que se enmarcan en planos y enfoques que percibo más consciente...  

Me veo paseando las calles de un lugar donde fui querida cuando más lo necesitaba, con personas de hoy. Allí, en la barranca, donde el agua y el sol se juntan al caer…Y me reconozco y me acepto en ese período de tránsito.
Un bosque por el que caminamos respirando hondo, abriendo los pulmones, para intentar ensanchar nuestros horizontes al mismo tiempo que aprendemos a sobrellevar nuestras dudas. Unas colinas de viñas, que se bajan despacio, pese a la pendiente, y me templan…hasta navegar el Rín, en Rüdesheim, y saborear la comida típica de la zona, en Walluf. Con vosotros...  

Una ventana, una chica sentada en una cama, una pared, una mirada perfectamente encuadrada y enmarcada que se queda en la retina y te transporta. Líneas rectas y un objetivo humano que lo enfoca. Es Hooper, y sus cuadros. Y nosotros, viéndolos, comentándolos, contándonos…como preámbulo de una tarde-noche en calma, sin tiempo ni prisas. De música de piano, y… sobre todo, de risas y ganas. Por todo y por nada. Por nada, por todo. En algún instante, por algo.


...A veces la vida se sale por la boca y por los ojos…y veo, al girar la cabeza hacia atrás, desde el coche, un azul imposible, impropio de un atardecer, y un rosáceo anaranjado y rojizo que a trazos lo pintan, lo definen, lo graban en la memoria, de un día de fines de verano, de vuelta…

A veces la vida se te sale por la boca (I)

A veces la vida se te sale por la boca. Sin digerirla. Sin apenas masticarla. Y, entonces, las imágenes captadas, las situaciones vividas, y las emociones o sentimientos asociados a esas imágenes y situaciones, se superponen, se entremezclan, e irrumpen en cualquier momento -rara vez durante la vigilia o el sueño, y a menudo en el duermevela - sin orden, sin aviso, sin tregua… Sin que podamos establecer una línea divisoria clara entre todos ellos.

Cuando Violentango y Oblivion suenan juntos, uno detrás de otro, los mundos de la trastienda florecen… Y veo un salón amplio, con techos altos y velas en las ventanas donde un piano, un violín y un bandoneón te cambian el gesto y el ánimo (más cuando es compartido); una tarde de invierno, en los conocidos almacenes de la esquina de Serrano, probándonos ropa de abrigo, bromeando y tomando café calentito. Y, otra, en la que intentábamos organizar nuestros encuentros, para sabernos más, y vestir lo nuevo, a sorbos de un batido de frambuesa en el Mercado de San Miguel, con más sol, y más luz. Frío siberiano, del que cala los huesos, fuera, en un pueblo del Valle, y calidez, de la que dan los incondicionales, dentro, al calor de una hoguera de leña. Un lugar, también allí, en el Sur, donde se cumplieron años –porque en esta ocasión no los cumplisteis vosotros-. Años que se nos antojó que pesarían menos si estabais rodeados de sorpresas, de risas y de cariño (mucho…incluso en algunos momentos, todo).