domingo, 29 de marzo de 2009

...Quizás necesitemos "nice thick feathers"

Vueltas y vueltas absurdas, innecesarias.
Palabras que resuenan una y otra vez. Argumentos cansinos, sin fin, sin avance.
Me cansé. No más.
Todas se pueden desmontar con un beso.
Todos se pueden desarmar con un abrazo.
Sin más.
No más.

martes, 17 de marzo de 2009

DeliKatessen con sabor agridulce

De la mano de Modiano despierto a la primavera. Y en todos los cafés que me encuentro estos días de últimos paseos por la ciudad que me ha cuidado, creo ver a través de los cristales a "Louki" , en la mesa que está al fondo, al lado de la puerta por la que da la sombra...

“...La vida a veces nos parece como un gran solar, sin postes indicadores, en medio de todas las líneas de fuga y de los horizontes perdidos, nos gustaría dar con puntos de referencia, hacer algo así como un catastro para no tener ya esa impresión de navegar a la aventura. Y entonces creamos vínculos, intentamos que sean más estables los encuentros azarosos…”


“…Se dicen tantas cosas…Y, luego, las personas desaparecen un buen día y te das cuenta de que no sabías nada de ellas, ni siquiera su auténtica identidad…”

“...Cuando de verdad queremos a una persona, hay que aceptar la parte de misterio que hay en ella…porque por eso es por lo que la queremos…”

“…¿Con qué derecho entramos con fractura en la vida de las personas? ¡Y qué desfachatez la nuestra al mirarles en los riñones y en los corazones! ¡Y al pedirles cuentas! ¿A título de qué?...”

“ A veces, nos acordamos de algunos episodios de nuestras vidas y necesitamos pruebas para tener la completa seguridad de que no lo hemos soñado…”

"En el café de la juventud perdida", Patrick Modiano, 2008


martes, 10 de marzo de 2009

En el merendero, su cumpleaños

Mis cuitas siempre fueron las suyas. Mis pequeñas gestas vitales, su orgullo. Poseedor de la perseverancia, la disciplina, y sobre todo la actitud. Esa actitud que convierte en “héroe” a una persona normal. Siempre imaginé que era un águila protectora que, desde la altura, oteaba el horizonte y el camino por el que se movían sus polluelos: sin perderlos de vista, atento a cada uno de sus pasos, dejando que se levantaran solos cuando tropezaban, y recogiéndolos con sumo cuidado si la caída era más grave y requería ayuda. Su fuerza, todavía me asombra. Su paciencia, me evidencia cada día mis fragilidades; y el jamás haber sido consciente de su carisma, me enseña cada día a ser humilde. Ese carisma natural del que ama la vida y los frutos de ella sobre todas las cosas.

Mi incondicional, mi compañía omnipresente en espíritu, acaba de cumplir años. Se hace mayor. Envejece. Y que razón tienen los que dicen que se ama más lo que envejece (lo que se ha quedado tanto tiempo junto a nosotros, y de esa manera), porque aparcando la aceptación de la finitud de la vida de mi pensamiento, un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Y me destemplo, me encojo, me “achico”...