viernes, 25 de enero de 2008

Síntomas

Acostumbrada a la placidez consciente del que ha conseguido alejarse una vez más del alboroto, el sonrojo de mis mejillas sin un porqué aparente, mi inquietud, y mi extrema disposición, también sin ningún porqué, e incluso con varios “peros”, me sorprendieron al llegar al punto de partida fijado. Anduve rápido, con determinación, aprovechando los pequeños cambios de dirección que los obstáculos del camino nos obligaban a realizar, para tomar algo más de aire. En algún momento, tuve la sensación de que mi falta de destreza y mi calzado inadecuado, sólo podrían compensarse si mi mente permanecía concentrada y mis pies ahuyentaban la duda. Pero, la mayor parte del trayecto, fui cómoda. No me costó (que yo creí que sí iba). O asumí el coste gustosamente. A veces, en una cogida intensa de aire, podía sentir tanto su fuerza y su frescura, que casi me tambaleaba. Increíble, para quien ya no se acordaba. Otras, buscaba la luz tenue, pero clara, muy clara, que llegaba a mi sien, para recostarme un poquito en ella, y guiñar cariñosamente los ojos. Y mientras, ellos hablaban. Caminaban, caminábamos, y también hablaban. Comentaban historias de viajes lejanos. De otros lugares y sus compañeros de esos viajes. Y yo callada, escuchaba. Imaginaba. Viajaba, ahora yo, también. Vimos la niebla baja. Y nosotros encima. Y con luz, clara, muy muy clara… Subimos a la Pedriza, pero sé que recordaré, además, mezclada, vuestra voz y… en la prolongación de la pradera del Yelmo hacia la nada, las altiplanicies de Mongolia, verdes y onduladas, suavemente onduladas…

viernes, 18 de enero de 2008

Si alguien rompe la baraja...

Si alguien rompe la baraja, ya no vuelven a darle una mano. En un mundo en donde muchos errores o equivocaciones, malintencionados incluso, pasan a menudo sin ser vistos, esto no se perdona. “El sistema” –palabra que nunca he sabido definir con precisión, ni creo que sepa; no alcanzo a tanta oscuridad- tiene sus reglas. Da igual que ese “sistema” sea disparatado, incongruente o perverso. Eso no tiene tanta importancia. Pero su mantenimiento y el cumplimiento de las normas que lo preservan, sí. Mucha. Mucha más. Toda. Será que lo peor es decir abiertamente lo que todo el mundo sabe de forma callada, será que explicitar lo que subyace a la apariciencia nos convierte en alteradores del orden, en subversivos. Y será que esta subversión es peligrosa. Para los que rompen la baraja, y sobre todo, muy sobre todo, para los que se sienten amenazados porque se ha roto.

No sé si es que me hago mayor y soy menos valiente para quedarme a la intemperie, o es que ando poniéndole frenos a la utopía porque hoy me encuentro un poco cansada de los “idealistas de salón”, pero empiezo a entender esas veces en que uno quiere que vuelvan a darle una mano, aunque sólo sea por sentir algo de calor.

domingo, 13 de enero de 2008

Para mí siempre estarás cerca y vivo

ME BASTA ASÍ

"Si yo fuera Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio, y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso-;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo, mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando -luego- callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta).

De Angel González (1925-2008), "Palabra sobre palabra"

viernes, 11 de enero de 2008

Cuando los comienzos tienen un principio...

Para mi abuelo paterno existían las cosas de siempre y las cosas que iban y venían. De las cosas que iban y venían, no había que preocuparse cuando no las tuviéramos. Ya vendrían. Y si no, daba igual, tampoco eran necesarias. De las cosas de siempre, sí, claro. De esas sí. Porque si las teníamos eran sin reservas nuestro punto de apoyo y había que esforzarse en cuidarlas, o al menos en conservarlas, en no perderlas -que la vida es muy traicionera, decía-. Y si no las teníamos, había que volcarse en conseguirlas, porque sin ellas no tendríamos sustento, andaríamos continuamente dando tumbos, de un lado para otro, sin rumbo.

...Las cosas "de siempre", las que "van y vienen"...

... No sé con exactitud a qué se refería mi abuelo cuando me hablaba de esto sentado en su sillón de la sala de estar...No sé... pero yo me quedé con la idea de que por este mar por el que navegamos, le iba a tocar a mi torpe consciencia distinguir unas cosas de otras, una y otra vez, siempre -porque la vida es muy traicionera...-. Lo que se va, lo que pasa de largo, lo fugaz...de lo que permanece, lo que desafía al tiempo, e incluso a veces a las circunstancias, y se queda. Se queda con (y en) nosotros. Conformándonos, acompañándonos, abrazándonos, ayudándonos a ser. Entre lo que se va y se queda, en eso estoy abuelo, en eso sigo...