jueves, 11 de julio de 2013

“Aprehendiendo” a Leo en la distancia

...Recuerdo cuando tus primos eran pequeños. Necesitaba pasar noches con ellos, o ratos largos, o días enteros, o mejor uno tras otro, para ir conociendo sus miradas, su forma de reaccionar, las cosas que les gustaban, las que les hacían sonreír, su forma de dormir, las primeras sílabas que repetían sin parar, el significado de sus silencios, o simplemente cómo se encontraban más a gusto. No sé si fue así o no, pero ahora recuerdo que pensaba en ellos, y venían a mi cabeza con una identidad propia y diferenciada, aunque en continuo cambio. Además, por supuesto, de con mi sentimiento hacia ellos incorporado. Identidad y sentimiento juntos en uno. Indisolublemente unidos. Creando un vínculo más grande, más fuerte, conmovedor incluso, por su intensidad.  Desconocido hasta entonces y reconocido desde ese instante, como indestructible y permanente. Eso es lo que busco en ti, Leo, sin quererlo, a través de los videos que me envía tu madre. A ti. Intento captarte, aprehenderte, saber cómo eres y retener ese tú distinto y diferenciado con el que nacemos todos y que vamos dejando ver los primeros meses y años de vida. No me basta con las fotos … En el sitio al que voy a rehabilitación me miran cuando salgo de las salitas donde están cada uno de los aparatos por los que paso, porque repito y repito, cansando quizás, pero sin cansarme seguro, cada video de dieciséis segundos que tengo de ti. Me miran porque oyen tus carcajadas, y las mías. Eres el primer bebé que conozco que ríe a carcajadas. Con la boca y con los ojos. Ríes con los ojos. Hasta con tu movimiento alegre de piernas y brazos. Con todo. Tienes las manos grandes y gorditas como tu primo, idénticas. Ya abrazas, me han contado ellos…Y yo, a ratitos, a fotos, a pequeños videos, a poquitos –como todos los "quereres" de verdad-,  ya te voy dibujando y conociendo…Aunque, he de confesarte que el otro día creo que te encontré de golpe. Vi unos ojitos negros, brillantes, despiertos, llenos de vida y de luz. Una boca entreabierta que derramaba risas, y por la que nos enseñabas, travieso e inquieto, tu pequeña lengua. Un pelo cada vez más negro, alborotado y juguetón. Vi también, esa sutil línea que separa tus ojos de los pómulos y que te hace tan bonito. Pero, sobre todo, vi en tu cara, esa extraña –por lo inusual- y maravillosa combinación de alegría y dulzura.  Juntas. Alegría y dulzura, que ya no se me van de la cabeza...Ni de nada...