jueves, 24 de abril de 2008

Encontrando(me) a(con) los excesos

Cuatro horas. Cuatro horas me dijo una voz suave con acento extranjero que debía durar la bolsa de suero que iba entrando silenciosamente por mis venas…Y en ese tiempo, durante esas horas, el ritmo cadencioso con el que cada gota caía, se posaba sobre la pequeña cantidad de líquido estancado y se precipitaba hasta el antebrazo, me absorbió –casi me “abdujo”- y me dejó ensimismada, absorta -casi inconsciente-…Fue entonces cuando se cruzaron los adentros… Esos días –los previos a estar allí- la vida me desbordaba. Salía a borbotones por la boca y se derramaba. Me hacía temblar y sentir. Acaparar caricias sin apenas digerirlas. Derrochar miradas, largos silencios cómplices, y palabras con tino y caramelo. Realidad con grandes dosis de incredulidad. Por sorpresa, por intensidad, por la intensidad de su sorpresa, por su forma, por su fondo –el que se dejaba ver o el que yo veía-, por sus maneras, por sus intenciones. Por estar un día a un lado y al día siguiente al otro. Por sentirme cerca de los extremos, con razones. Por vivir con ganas y toparme con los límites. Así, de sopetón, de lleno.