jueves, 30 de enero de 2014

Caprichos (disfrazados)

capricho.
(Del it. capriccio).
1. m. Determinación que se toma arbitrariamente, inspirada por un antojo, por humor o por deleite en lo extravagante y original.
 
Intentamos ponerles límites a nuestros hijos, o a nuestros sobrinos, a los niños. Ser firmes (yo diría más bien, a veces, casi inflexibles) con ellos en determinados comportamientos o gustos, y no concederles caprichos, los menos posibles, porque si lo hacemos estamos convencidos de que perderemos una batalla que no lograrán recuperar de por vida. Es posible. Aunque a mí no me gustan estas visiones tan drásticas. La vida es dinámica, y  no sólo en la  infancia se aprenden determinadas cosas, quiero creer, creo, sé (otras, sí, sin duda). Y nos olvidamos de ese dinamismo, de ese flujo continuo de vivencias y aprendizaje que es la vida en todas sus etapas. Tanto, que, parándome un poquito, veo que los mayores caprichos solemos tenerlos en la edad adulta. Enquistados, quizás de cuando éramos niños y los entendimos sólo en términos de conducta o de modales, porque nadie nos dijo que los más voraces eran los que involucraban a las personas, a otras personas ajenas a nosotros, claro,  y a sus emociones y sentimientos . Y vamos así, a menudo, queriendo "conseguir" lo que nos plazca, incluso sin quererlo de verdad, o sin saber muy bien qué es lo que queremos conseguir, del otro.  Nos olvidamos, igual de a menudo, de ponernos en su situación, ni en la "conquista" ni en la "retirada", es posible que sí en el durante. Ahí, quizás, sí. Pero en los momentos importantes, cuando hay que decidir de forma activa, el antojo, la arbitrariedad, la intolerancia a la frustración, el capricho, por qué no llamarlo así, nos arrastra, nos domina. Hoy se me "antoja" -igual incluso con ciertas dosis de capricho-, que la sociedad en la que vivimos está llena de adultos caprichosos. De caprichosos encubiertos y disfrazados de edad, de canas, y/o de cargos públicos o privados, que no saben que son esos caprichos quienes en muchas ocasiones los guían. Y nosotros, mientras tanto, o nuestra parte que no es caprichosa, mientras tanto, queriendo saber estar y buscarles coherencia a ellos. Buscarles y encontrar su coherencia. Labor ímproba pero casi siempre baldía . Que nos hacemos mayores, que cumplimos años, pero que no crecemos, que no.  Que tenemos mucho de caprichosos emocionales. De caprichos (disfrazados).  

martes, 28 de enero de 2014

Reubicándome...

La diferencia entre el tú de antes, y el tú de ahora, sólo soy yo. Igual que la diferencia del yo de antes, y del yo de ahora. Sólo tú. Pero si cuesta ser yo, sin ti. Más imaginarte a tí sin mí, porque casi te conocí conmigo en ti. Casi. Todo al mismo tiempo.  
...Conocemos a las personas cuando nos quieren y quieren estar con  nosotros, pero no cuando no es así. Y eso, justo eso, siempre me produjo una enorme sensación de extrañeza...   

...Este sol de enero, me destempla...
...Y su luz opaca, sus nubes que llueven, su frío, y su silencio. 
Su silencio
...Esta luz de enero, me descoloca, me desubica...
...Me achica.
 

lunes, 20 de enero de 2014

Espera un momento...

...Cuando a uno le faltan las palabras. O cuando le sobran, porque se han dicho de más, y en muchos casos no las adecuadas, ni las oportunas, ni lo que es peor, las verdaderas -porque no se puede, a veces no se puede...-, de pronto, en el silencio, encuentras a alguien que las dice por ti. Así, sin esfuerzo. Solas. Como si te leyera. Sin pudor. Con dulzura. Con valentía... Qué parecidos somos a veces, todos; y, qué distintos somos, a veces, del otro.
Espera un "momento", por favor...
http://www.youtube.com/watch?v=ioIRmev-eb4

lunes, 13 de enero de 2014


...La gente frecuentemente no se da cuenta de lo que le pasa. ¿Cómo pretender que sean razonables en la expresión de sus sentimientos? (Amar con los ojos abiertos)

domingo, 12 de enero de 2014


"Olvidemos
el llanto
y empecemos de nuevo,
con paciencia,
observando a las cosas
hasta hallar la menuda diferencia
que las separa
de su entidad de ayer
y que define
el transcurso del tiempo y su eficacia..." (A. González)
 
 
El otro día, del año pasado, no llegué a entender del todo este poema de Angel González. “Observar a las cosas y hallar la menuda diferencia que las separa de su entidad de ayer  y que define el transcurso del tiempo”. Quizás porque me puede la impaciencia. Y porque llevo mal la tristeza. Y La falta de alegría. Y de confianza. No lo sé. La “menuda” diferencia… Hoy las cosas, los lugares, las calles, los edificios, son prácticamente otros para mí. O más bien, es como si no estuvieran allí realmente, o como si no estuviera yo. Eso, como si no estuviera yo. Tengo la misma sensación que tienes cuando sueñas. Y las cosas están, rellenando el contexto en el que estás tú, pero no las miras, porque no importan, porque sólo son algo difuso …Todo tiene que ver con esa adicción mía a la ternura, al amor, a la dulzura. Creía que había aprendido a amar con los ojos abiertos. Pero no, no lo he hecho, creo. El pálpito se siente o no se siente. Y, esa adicción mía a las cosas de verdad. A los sentimientos profundos y hondos. Cómo no sentir un poco más la ligereza que me rodea. La ligereza casi intrínseca a la naturaleza emocional de muchos de los seres humanos. No quise ser una excepción en esto, ni en nada. No, de ninguna manera. Pero no se puede huir de uno. Ni esconderse.  Aunque quiero creer que alguna vez y tras muchos intentos, nos matizamos, me matizo, y aprendo un poquito más ….La diferencia que las separa de su entidad de ayer, la de las cosas, sólo es menuda cuando transcurre el tiempo. Y para mí todavía ha transcurrido demasiado poco. No saber lo que uno quiere o siente, debe ser a veces angustioso. Yo lo sabía, lo sabía perfectamente, lo veía meridianamente claro. Pero dio igual. Hoy sus dudas, ya son mías. Y cuando dudas, cuando no sabes, un día estás arriba, y otro día estás abajo. Un día piensas una cosa, y al otro, otra. Vas como en una montaña rusa, pero en la que tú no te has montado, aunque vayas. Te sientes un títere a merced de los hilos que el otro mueve. Otro, que desgraciadamente los mueve cada día en un sentido distinto al anterior, porque no sabe moverlos mejor, o porque no puede, o por las dos cosas. No se ha dado cuenta, todavía, y está acostumbrado a vivir así. Tiempo, tiempo para ver que la diferencia de las cosas y los lugares es realmente menuda de ayer a hoy. Y distancia, distancia para que se suavicen los saltos de esa montaña rusa a la que hemos dejado que nos suban. Pero no hay prisa, el tiempo es mío y su eficacia es segura. Ni distancia que no se pueda poner si uno quiere.  Y no se necesita fuerza, sólo no parar, no pensar. No se necesita casi nada, sólo sumergirnos en el ritmo natural de lo cotidiano. Sobrevivir, otra vez…Para  poder volver a sonreír sin imposturas ni aspavientos, con calma…Para vivir, de nuevo, como lo he hecho hasta hace un mes, con alegría. Y si sé, si puedo - querer siempre he querido-,  seguir creciendo...Seguir. Siempre seguir.  Creciendo.