lunes, 19 de marzo de 2012

..Porque no han terminado (decía Plutarco)

Cada vez me deja más perpleja lo fácil que es que un cúmulo de "errores individuales" (o debilidades humanas, con distinta gradación de importancia, según el ojo con el que se mire: el deseo sexual cuando y hacia quien no toca, el rencor o la venganza), puedan dar lugar a un resultado colectivo dramático.
Más que no sepamos darnos cuenta de que una vez cometido el error es mejor parar y no entrar en una espiral de comportamientos reactivos cuyas consecuencias no sólo pueden ser agrandadas exponencialmente, sino, además, imprevisibles. Que no sepamos que estas consecuencias son imprevisibles; que no controlamos casi nada, sobre todo, de lo que creemos controlar, porque mientras que nosotros tomamos una decisión, los demás también toman otras.
Que no seamos del todo conscientes del potente efecto de "la casualidad" a la hora de marcar el rumbo de los acontecimientos. Que no siempre hay una respuesta al por qué. Ni una razón. Ni sobre todo un culpable.
Que nada justifica la venganza.
Que los que se equivocan, no se equivocan siempre. Y los que aciertan, tampoco lo hacen en todos los casos. Que quien nos decepciona en un aspecto no tiene por qué decepcionarnos en los demás. Pero que nosotros, en nuestra decepción, podemos provocar la decepción generalizada, y, sobre todo, decepcionarnos a nosotros mismos (aunque entonces ya no lo veamos).

Cada vez me deja más perpleja observar que si entras en "el juego sucio", la escala de valores o principios, varía y se simplifica, pero no deja de existir. No es un todo vale, aunque pueda parecerlo. Porque, en la política, el juego sucio está permitido, pero, "la deslealtad", en ningún caso..."De los idus de marzo" (USA, Clooney, 2011)

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