Uno va recorriendo caminos y en algunos encuentra horizontes. He visto tantos allí, que espero creer en su existencia cuando no los vea, y saber cambiar de camino para poder encontrarlos, si los momentos de ceguera perduran en el tiempo. Nunca los atardeceres fueron tan largos y bellos, ni los amaneceres tan vivaces. En la lentitud de los primeros fui consciente de mis mayores debilidades. Pero ese tránsito más largo de lo que estoy acostumbrada, y así, más tiempo más bello, me permitió aceptarlas un poquito más, sin que mi mente pasara a otra cosa porque había llegado la noche (como una tarde en Calafate, sentada junto a una cristalera, tomando un chocolate caliente, y mirando al azul indescriptible del lago Argentino). La intensidad y rapidez de los segundos, la de los amaneceres, al principio me molestaban sobremanera, y claro, me resistía…, pero fui dejándome llevar, poco a poco, y sin darme cuenta terminaron fascinándome. De Norte a Sur del país, la naturaleza me sobrecogía. A veces, me achicaba los ojos, por mucho que yo quisiera agrandarlos, y me doblegaba. Otras, sin embargo -porque yo no me daba por vencida- le plantaba cara a su hermosura, y desafiante, cogiendo todo el aire -o agua- que cabía en mis pulmones, me quedaba embobada, mirándola (los impresionantes saltos de agua del río Iguazú entre Argentina y Brasil desde arriba, las bocanadas de agua espumosa que en algunos momentos se me antojó que estaban mezclados con chorros de miel que se derretían al llegar a la parte calma –era el color de las piedras y de la tierra que arrastraba el enorme caudal de agua-; la estepa patagónica, árida, casi “la nada” a través de kilómetros y kilómetros, donde se mezclaban el marrón grisáceo de la tierra, el azul “lechoso” del lago Argentino, el verde pálido de esta parte de las montañas con restos de nieve del invierno, y el azul del cielo; los recorridos entre glaciares e icebergs donde el verde de las montañas, contrastaba con otro azul, el de la luz que se reflejaba en la nieve acumulada que “chorreaba de esas montañas”, o el de los trozos de hielo que se desprendían con su movimiento; el glaciar Perito Moreno con su potente pared asimétrica, azulada, fuerte, imbatible, sorprendente, allí, tras la curva de los suspiros, dejándose ver…).
sábado, 19 de diciembre de 2009
Argentina (I)
Uno va recorriendo caminos y en algunos encuentra horizontes. He visto tantos allí, que espero creer en su existencia cuando no los vea, y saber cambiar de camino para poder encontrarlos, si los momentos de ceguera perduran en el tiempo. Nunca los atardeceres fueron tan largos y bellos, ni los amaneceres tan vivaces. En la lentitud de los primeros fui consciente de mis mayores debilidades. Pero ese tránsito más largo de lo que estoy acostumbrada, y así, más tiempo más bello, me permitió aceptarlas un poquito más, sin que mi mente pasara a otra cosa porque había llegado la noche (como una tarde en Calafate, sentada junto a una cristalera, tomando un chocolate caliente, y mirando al azul indescriptible del lago Argentino). La intensidad y rapidez de los segundos, la de los amaneceres, al principio me molestaban sobremanera, y claro, me resistía…, pero fui dejándome llevar, poco a poco, y sin darme cuenta terminaron fascinándome. De Norte a Sur del país, la naturaleza me sobrecogía. A veces, me achicaba los ojos, por mucho que yo quisiera agrandarlos, y me doblegaba. Otras, sin embargo -porque yo no me daba por vencida- le plantaba cara a su hermosura, y desafiante, cogiendo todo el aire -o agua- que cabía en mis pulmones, me quedaba embobada, mirándola (los impresionantes saltos de agua del río Iguazú entre Argentina y Brasil desde arriba, las bocanadas de agua espumosa que en algunos momentos se me antojó que estaban mezclados con chorros de miel que se derretían al llegar a la parte calma –era el color de las piedras y de la tierra que arrastraba el enorme caudal de agua-; la estepa patagónica, árida, casi “la nada” a través de kilómetros y kilómetros, donde se mezclaban el marrón grisáceo de la tierra, el azul “lechoso” del lago Argentino, el verde pálido de esta parte de las montañas con restos de nieve del invierno, y el azul del cielo; los recorridos entre glaciares e icebergs donde el verde de las montañas, contrastaba con otro azul, el de la luz que se reflejaba en la nieve acumulada que “chorreaba de esas montañas”, o el de los trozos de hielo que se desprendían con su movimiento; el glaciar Perito Moreno con su potente pared asimétrica, azulada, fuerte, imbatible, sorprendente, allí, tras la curva de los suspiros, dejándose ver…).
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viernes, 27 de noviembre de 2009
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Confianza
No pararse mucho en nada. Ir rápido. Cambiar de una cosa a otra. Pensar lo justo. No, ni siquiera, pensar para actuar, para seguir, no pensar “per se”. Eso para mí no es, pero está siendo. Sólo retener instantes, no momentos, y con una consciencia adormecida, eso sí, inevitablemente adormecida, porque el fondo araña, empuja, se entrevé, y a veces sale. Vivir con la certeza del contraste, de que la tristeza y la alegría conviven tan cerca, que incluso nos sentimos extraños por participar casi simultáneamente de ambas. Pero es en esta esquizofrenia en la que pasamos la vida, y donde hay que aprender a sostenerse. Cuanto más amas, más temes, lo sé. Pero amo, y a las personas que les duele hoy, tanto, que temo, también tanto. Sólo retener instantes, no momentos…pero ahora, antes de dormir, hacer los instantes que quiero retener más largos, para que sean ellos los que velen el sueño y lo mezan: agua que se cuela por las rendijas de los adoquines del patio central del Reyes Católicos en Santiago, y que yo veo desde dentro, recostada, mirando por las enormes cristaleras… una voz cubana, rasgada, que siente el flamenco y lo canta, y lo baila, y lo gime, de forma desgarrada y luego bajito, casi en silencio, susurrándolo, y lo escucho…pero, sobre todo, tu risa, tus ojos ilusionados, tu atención, y yo contigo viéndolo y escuchándolo, en ese palco donde me di cuenta de que no las habías perdido, porque pude saborear de nuevo, tus ganas.
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miércoles, 14 de octubre de 2009
Con este otoño otro comienzo
¿Cuánto aguanta un corazón sin el latido de creer...?
El mío ya ha aguantado demasiado.
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lunes, 5 de octubre de 2009
De la vida material y sus cosas concretas
… Hoy pensaba contaros lo que me gusta Campanella y sus películas (como guionista y como director. La inteligencia de sus diálogos, su sutileza, su ironía; la contundencia de sus personajes – porque los crea así, y porque se queda con los actores que sabe debe quedarse-; las miradas de soslayo en las que nos invita a detenernos; la sensibilidad y belleza de sus primeros planos al reflejar el paso del tiempo; los secretos que esconden los ojos de los otros si conseguimos ver más allá del cristalino…).
… También pensaba que debía dedicar un espacio de este blog a Nancy Huston por algunas palabras suyas que leí este sábado en El País, y me dieron que pensar (además es esposa de Todorov): “....los niños te meten en el corazón de las cosas. Y la novela nace del corazón, no de la cabeza, porque habla de la vida material, de cosas muy concretas. Y al contrario, la vida intelectual es la catástrofe de la literatura. Ésa es una de las razones de que no me interese mucho la literatura francesa contemporánea...Piensan demasiado. Son agotadores. Se han convertido en gente muy inteligente. Y la inteligencia es catastrófica para la literatura. Hacen falta también tonterías. Hay que ser un poco tonto…” .
…Pero, sólo puedo dejaros esta canción, que canturreo desde que me levanté, y compartirla con quien me la dedicó hace un año por algunas miradas de soslayo que siempre han significado más, por algunos gestos, por algunas sonrisas...porque hoy no puedo sino centrarme en la vida material, diaria, de cosas muy concretas, de las que nacen del corazón.
Tráeme canciones
que me lleven siempre lejos,
como un tren que me salvara
de las mismas estaciones,
de las trampas del espejo.
Dame tu palabra
que perfuma mi silencio,
y que tu aroma me brinde
esa llave que me abra
la aventura que presiento.
Dame tu canción
que dice "sueña",
que me transporta
y me enseña
y me alcanza el paraíso.
Canta donde juras protegerme,
di que tú vas a quererme
como nadie más me quiso.
Tráeme canciones
contra este tiempo de espinas,
tus labios que no se muerden,
como pájaros rebeldes,
como flores clandestinas.
Dímelo cantando,
dame amor y dime cuándo,
dame paz y dame sombra,
tu pecho sabe de sobra
cómo te estoy deseando.
Canta tu canción
que dice "vente" por las arenas calientes
de tu boca prometida.
Cuéntame tu amor hasta mentirme,
di que tú vas a sentirme
como nadie en esta vida.
Canta tu canción
que dice "sueña",
que me transporta
y me enseña
y me alcanza el paraíso.
Canta donde juras protegerme,
di que tú vas a quererme
como nadie más me quiso.
("Traéme canciones", de Javier Ruibal)
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martes, 22 de septiembre de 2009
Pausa-Movimiento
...Mi rubio cree despertarme con un beso mientras me empuja despacito, con ojos y sonrisa invictos, para que le haga un lado en mi cama antes de levantarnos…Yo ya llevo un rato despierta…
…Oigo que “aprender a estar en pareja” es como “aprender a bailar un tango” (el camino, el abrazo, la cadencia, y sobre todo, los movimientos conjuntos)…sobrellevo tu incertidumbre, tu indecisión, porque sé que no es posible otro estado, e intento “sostener” mi impaciencia por tu incertidumbre, como puedo, sabiendo que sólo la calma nos hará bien…Veo triunfos extraordinarios de personas luchadoras y no puedo dejar de pensar en cómo soportaron su día a día, aunque supongo que no lo soportaron, lo vivieron, con sus más y sus menos, pero lo vivieron …A veces se me antoja que el relativismo que he aprendido y aprendo a desarrollar con los años, en su vertiente negativa, está afectando a mi lucidez y me hace más difícil ver el camino por donde seguir o los giros que posiblemente sean necesarios. ¿Hemos perdido ambición para lo que nunca debimos haberlo hecho?...Releo aquello de que hay que seguir buscando…hasta que la vida se haga bella…hasta que la vida se haga bella y surja lo inesperado…
…Oigo que “aprender a estar en pareja” es como “aprender a bailar un tango” (el camino, el abrazo, la cadencia, y sobre todo, los movimientos conjuntos)…sobrellevo tu incertidumbre, tu indecisión, porque sé que no es posible otro estado, e intento “sostener” mi impaciencia por tu incertidumbre, como puedo, sabiendo que sólo la calma nos hará bien…Veo triunfos extraordinarios de personas luchadoras y no puedo dejar de pensar en cómo soportaron su día a día, aunque supongo que no lo soportaron, lo vivieron, con sus más y sus menos, pero lo vivieron …A veces se me antoja que el relativismo que he aprendido y aprendo a desarrollar con los años, en su vertiente negativa, está afectando a mi lucidez y me hace más difícil ver el camino por donde seguir o los giros que posiblemente sean necesarios. ¿Hemos perdido ambición para lo que nunca debimos haberlo hecho?...Releo aquello de que hay que seguir buscando…hasta que la vida se haga bella…hasta que la vida se haga bella y surja lo inesperado…
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martes, 8 de septiembre de 2009
De vuelta
Es pasado. Todo lo que vivo estos días lo es. Casi todo mi presente parece estar impregnado de pasado. Las situaciones son radicalmente distintas, pero las personas de numerosas de esas situaciones, no. Ya estuvieron. En mí. Y, siguen ahí, pero fuera, en mí ya no, claro, por eso son pasado, no presente. Notar (no puedo decir “sentir”, es una palabra con demasiada carga emocional) mi “indiferencia” es extraño, es raro, pero es real. Quizás dentro de un tiempo ya no lo sea, no ha sido la tónica de mi vida. A veces me siento (ahora sí) como “plana”, sin vaivenes que me hagan tocar el cielo o esconderme tras las nubes; ajena a los “ruidos”, a todos, a los susurros y a las voces; al margen, paseando de puntillas… Sin embargo también, como "ligera", ágil, caminando con la mochila más vacia, con un equipaje mucho más liviano...
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