jueves, 25 de septiembre de 2014

Diario

Hoy han pasado cosas. 
Ha sido mi mejor clase de yoga desde que empecé. Hemos trabajado la concentración y me ha ido bien. Luego, en la meditación final, relajada y exhausta, has aparecido tú en el líquido amniótico abrazado a mí,  flotando. En una de esas posturas de abrazos en las que nos dormíamos tan fácilmente en cualquier lugar pese a la aparente incomodidad de las mismas. Y he sonreído aunque seguía con los ojos cerrados. Es tremenda la cabeza. Así que no sé muy bien si te has colado en mi relajación, o es que al sentir la relajación, has venido tú. Me quedo con lo segundo. Porque, después, me he dado cuenta de que entre tantas aceptaciones y seguir porque sí -nada es terrible-  me estaba olvidando del gusto de las pequeñas conquistas, a las que les podemos prestar toda nuestra atención y  mimo. De que aunque algunas cosas importantes no vayan bien en este momento, se puede encontrar y construir un cómo, día a día, gratificante. Me había olvidado de lo que podemos controlar. Fíjate. Yo.   

domingo, 14 de septiembre de 2014

 
"Ésa es la paradoja perversa que esconde el miedo al compromiso: cuanto más te amen, más se alejarán" (W.Riso)
 

jueves, 11 de septiembre de 2014

Estando...

...Los días se acortan. Empieza a haber hojas caídas en el campus. Aunque todavía no parece que sean de los árboles que hay alrededor. Camino hacia casa y me doy cuenta de que todo cambia. De que cuando te das cuenta, ya ha cambiado. Y respiro. Hondo. También sonrío. Estas cosas son el pan de cada día, me digo. No se puede tomar como algo personal. Pasan continuamente. Los desencuentros. Antes, después. Una vez más. Pero ya pasó. Lo que estaba sobre la mesa era el corazón. Y el mío es tozudo, tremendamente tozudo. Qué paciencia (con él, conmigo). A veces pienso que era esa mi asignatura pendiente, la inconsciente, aceptar o consentir, que el corazón,  el alma, lo hicieran. No la razón, esa ya lo hacía. Volver a confiar y consentir. Las dos cosas posiblemente iban juntas, en el mismo lote.
...Todo cambia. Y cuando te das cuenta, ya ha cambiado. 

jueves, 4 de septiembre de 2014


"...Cuando vivimos una relación, los enfados y dolores no resueltos en el pasado los plasmamos en el presente con el otro a través de nuestras reacciones.
Por lo general , estos viejos dolores no aparecen hasta que no tenemos una relación de pareja, y suponemos que es nuestro compañero quien los causa.
Habitualmente, esto no ocurre al principio, sino a medida que nos vamos sintiendo verdaderamente unidos al otro. Este niño herido que llevamos en nuestro interior es como un agujero negro que lo absorbe todo, es como un dolor de muelas: cuando aparece no podemos pensar en otra cosa, el dolor domina nuestra vida.
En muchos casos de separación el problema no se encuentra en la relación de uno con el otro, sino en asuntos no resueltos de uno de ellos (o de los dos) con su propio pasado. Mi reacción genera tu reacción, y así nos vamos potenciando negativamente. Hay que ocuparse de este niño herido porque si no, él seguirá reaccionando y empeorando mis relaciones íntimas...
Es necesario volver a insistir en que no es posible descubrir algunas de estas heridas en soledad. Necesitamos de alguien que nos permita encontrarlas, un vínculo que las dispare con una persona que las autorice, que nos permita sentir lo que sentimos sin descalificarnos. El niño herido necesita la validación de su dolor. Sólo cuando la persona se siente validada en su dolor puede expresarlo y atravesarlo..." (Revisando "Amarse con los ojos abiertos")

jueves, 7 de agosto de 2014

"Laissez les bontemps rouler"

Abrir los ojos y ver sólo el cielo y las copas de los árboles casi entrelazadas. Oscuras sobre un fondo azul intenso. Y permanecer ahí, inmóvil, sin ningún pensamiento...Primero fue en Gredos. Luego en Atlanta (semana de rareza inolvidablemente dulce).  Y ya supe que este verano tocaba mirar al cielo.  Tumbada, desde abajo. Y ver las copas de los árboles y sus hojas, verdes, de diferentes tipos, según el árbol, según el lugar. Arriba, en el cielo... 

En New Orleans,  el calor húmedo de mediados de julio, nublaba el cielo y las hojas de los robles. El musgo que colgaba de ellas y de sus ramas, le daba el toque extravagante, pero al mismo tiempo acogedor, que se respiraba en esta ciudad nada más aterrizar y mirar alrededor.  Nuestro paseo por St. Charles,  nos introdujo en las grandes mansiones coloniales,  que lucían a ambos lados de esta avenida, flanqueada por robles y, por ellas, detrás. Casas criollas y plantaciones de otra época venían a la cabeza. Estábamos en la cuna del Sur, y del vudú, y de la comida y la música negra, del jazz. De ese Sur, que también se ha convertido en algo mío, desde hace ya siete años. Con cierta sensación de irrealidad, en Freshmen, por la noche, al día siguiente, pudimos disfrutar de esa música, en especial del blues y del jazz (allí, un día, seguramente estos mismos  locales, vieron nacer a Louis  Armstrong  o a los hermanos Marsalis...).  Pasamos por la Universidad de Tulane, por el elegante Garden district, y sin apenas darnos cuenta, llegamos a Jackson Square y a la Catedral de St. Louis. Se celebraba una boda y los novios y los invitados bailaban al ritmo de un saxo, la fachada de las casas era una balconada en forma de arcos con filigranas de forja o de madera, en las dos plantas; la primera de techo muy alto y con ventiladores. De colores, además. Pintadas de vívidos colores  como los cuadros que había apoyados en cualquier pared, al lado de artistas extranjeros, que te invitaban a ver su obra. Un piano negro, en la encrucijada de varias  calles, ponía música al atardecer, con el barrio financiero al fondo, mientras el sol se escondía tras el puente del río Mississippi, al otro lado. Esto era el “French Quarter”. Color. Música. Alegría. Arte. Vida en movimiento. Gente despierta. En la calle. La cultura sureña, afroamericana, de unas cuadras atrás, se había transformado en francesa, en española, en europea. Y pudimos, en la calle Real, mirar a través de las rendijas de las fachadas desconchadas y aparentemente anodinas, y ver los vergeles de luz, de color, de arte, de moda, de mezcla, que había dentro, al fondo. Uno nunca se puede dejar llevar "sólo" por la apariencia. Porque puede haber algo más. Algo que falta por descubrir detrás de lo visible, de lo obvio. Incluso algo distinto. Más, en los lugares donde esta mezcolanza de culturas cohabitando,  han conseguido una identidad propia, original, y única. Entendimos por qué era allí donde debía existir un “cafe du monde”. En NOLA (New Orleans Louisiana). Y nos detuvimos en frente, en otro café, para calmar la sed y refugiarnos del calor, para ver pasar a la gente tan distinta, para escuchar música tranquilos, para  mirar con pespectiva. Para saborearlo, todo. Todo. “Laissez les bontemps rouler” (dejad que los buenos tiempos duren), se leía en una chapa dentro, en el lugar que descubrimos... 
Ya a la vuelta, me di cuenta de que habíamos olvidado los funerales a ritmo de jazz...
 

martes, 29 de julio de 2014

Julio, Huelva, juntos

Por las tardes la marea baja y la playa se hace inmensa. El reflejo del sol sobre la arena mojada y lisa desdibuja la silueta de mi padre que viene del mar. Los niños corren hacia mí desde el pinar persiguiendo a Leo. Y ríen, y juegan. Sus risas se entremezclan con el viento que sopla. Mi madre está sentada a mi lado. El horizonte se pierde y se ensancha. Se hace inmenso también, como la playa, por las tardes. Y pienso que es así como me gustaría que se quedasen siempre... 
 

sábado, 21 de junio de 2014

Poder, por ella

Resaca de sombras. Luz en la ventana. Deseando salir fuera. Pisar más seguro. Calentar el alma. Y poder, por ella.