martes, 11 de septiembre de 2012

A veces la vida se te sale por la boca (I)

A veces la vida se te sale por la boca. Sin digerirla. Sin apenas masticarla. Y, entonces, las imágenes captadas, las situaciones vividas, y las emociones o sentimientos asociados a esas imágenes y situaciones, se superponen, se entremezclan, e irrumpen en cualquier momento -rara vez durante la vigilia o el sueño, y a menudo en el duermevela - sin orden, sin aviso, sin tregua… Sin que podamos establecer una línea divisoria clara entre todos ellos.

Cuando Violentango y Oblivion suenan juntos, uno detrás de otro, los mundos de la trastienda florecen… Y veo un salón amplio, con techos altos y velas en las ventanas donde un piano, un violín y un bandoneón te cambian el gesto y el ánimo (más cuando es compartido); una tarde de invierno, en los conocidos almacenes de la esquina de Serrano, probándonos ropa de abrigo, bromeando y tomando café calentito. Y, otra, en la que intentábamos organizar nuestros encuentros, para sabernos más, y vestir lo nuevo, a sorbos de un batido de frambuesa en el Mercado de San Miguel, con más sol, y más luz. Frío siberiano, del que cala los huesos, fuera, en un pueblo del Valle, y calidez, de la que dan los incondicionales, dentro, al calor de una hoguera de leña. Un lugar, también allí, en el Sur, donde se cumplieron años –porque en esta ocasión no los cumplisteis vosotros-. Años que se nos antojó que pesarían menos si estabais rodeados de sorpresas, de risas y de cariño (mucho…incluso en algunos momentos, todo).

lunes, 20 de agosto de 2012

So on...

"...Nunca me costó adaptarme a los lugares nuevos, ni tampoco demasiado a las situaciones sobrevenidas en ellos. Pero, aunque pasen los años, sigo sintiendo una extraña rareza cuando lo nuevo parece empezar a instalarse en lo de siempre..."

lunes, 19 de marzo de 2012

..Porque no han terminado (decía Plutarco)

Cada vez me deja más perpleja lo fácil que es que un cúmulo de "errores individuales" (o debilidades humanas, con distinta gradación de importancia, según el ojo con el que se mire: el deseo sexual cuando y hacia quien no toca, el rencor o la venganza), puedan dar lugar a un resultado colectivo dramático.
Más que no sepamos darnos cuenta de que una vez cometido el error es mejor parar y no entrar en una espiral de comportamientos reactivos cuyas consecuencias no sólo pueden ser agrandadas exponencialmente, sino, además, imprevisibles. Que no sepamos que estas consecuencias son imprevisibles; que no controlamos casi nada, sobre todo, de lo que creemos controlar, porque mientras que nosotros tomamos una decisión, los demás también toman otras.
Que no seamos del todo conscientes del potente efecto de "la casualidad" a la hora de marcar el rumbo de los acontecimientos. Que no siempre hay una respuesta al por qué. Ni una razón. Ni sobre todo un culpable.
Que nada justifica la venganza.
Que los que se equivocan, no se equivocan siempre. Y los que aciertan, tampoco lo hacen en todos los casos. Que quien nos decepciona en un aspecto no tiene por qué decepcionarnos en los demás. Pero que nosotros, en nuestra decepción, podemos provocar la decepción generalizada, y, sobre todo, decepcionarnos a nosotros mismos (aunque entonces ya no lo veamos).

Cada vez me deja más perpleja observar que si entras en "el juego sucio", la escala de valores o principios, varía y se simplifica, pero no deja de existir. No es un todo vale, aunque pueda parecerlo. Porque, en la política, el juego sucio está permitido, pero, "la deslealtad", en ningún caso..."De los idus de marzo" (USA, Clooney, 2011)

domingo, 19 de febrero de 2012

Un anhelado convencimiento...


"...Nunca lamentar. Y si queremos expresar la derrota que nos ataca a todos tiene que ser en los confines estrictos de la dignidad y de la belleza..." (Leonard Cohen)

sábado, 7 de enero de 2012

...No recuerdo desde cuando el tiempo no es mío...

...No recuerdo desde cuando el tiempo no es mío. Ni de nadie. Sólo de cosas. Y ya no creo que el tiempo no exista y que sólo se trate de movimientos de consciencia. No, ya no. Ya tengo años suficientes para centrarme en lo concreto y olvidarme de lo abstracto de las teorías de la Física postmoderna que tanto me atraían hace quince años, o por lo menos de mantenerlo al margen de la vida real. El tiempo existe. Y además, las horas, los días, y las semanas, se me escapan de las manos sin darme cuenta. Es curioso y paradójico al mismo tiempo, pero sólo soy consciente, incluso de los instantes, cuando me paro. Pocas cosas hay más bellas que el sol de las tardes cortas de enero. A veces tengo la sensación de que es luz concentrada, concentrada en pocas horas pero llena de matices (en colores, en estados, en intensidad). Matices, tantos y de tantos tipos, que te absorben, te emborrachan, te hipnotizan, te adormecen melifluamente…
B. Russel decía en su libro la "Conquista de la felicidad" que existen dos tipos de aburrimiento: el embrutecedor y el provechoso. Yo hace demasiado que no sé de aburrimiento, pero sí de ocupaciones embrutecedoras. Demasiado. Y mi paciencia se agota. No para ellas, sino para no ocuparme de las provechosas, porque los días vuelan, y los años pasan. Y estas no pueden ser el coste de oportunidad de las otras. Ningún propósito este año, sólo estar. Estar. Pero me he descubierto más ambiciosa o exigente, no me vale cualquier estar. Ya no. Porque el tiempo, o como lo queramos llamar, existe. Y es que no recuerdo desde cuando el mío no es mío…

martes, 22 de noviembre de 2011

Cambios

Me cansé. Rebosó el vaso. Tanto, que me quedé sin agua. Me sequé. Y luego perduré en la sequía (porque no quise volver a mojarme ni los dedos, o lo necesitaría, o no podría, pero no quise). Me endurecí. Me endurecí por dentro, y paradójicamente me debilité más por fuera. Me blindé. Me acoracé. Y me refugié en la seguridad de mi hogar. Estuve sola. Sola, durante mucho tiempo. Como quería. Me acostumbré a la soledad y a su placidez. Disfruté de ella. Dejé de tenerle miedo. Todo. Ya no consigo recordar cuándo ni cuánto le temía. Me enganché.
...Pero ahora algo está cambiando (o quiero que cambie). Empiezo a echar de menos a las personas y al ruido que tanto me agotaron en su día. Reconstruida, y distinta -aunque reconociéndome-, quizás sea el momento de volver a pisar el ruedo...

miércoles, 5 de octubre de 2011

Berlín







...Cuesta sumergirse en el pasado que un día fue un presente "imborrable", cuando el presente también quedará. Y cuesta no sentir cierta zozobra con la dirección y el sentido que tomará este presente, viendo cómo evolucinó aquel que hoy es pasado... (primavera-otoño 2011)


Siempre supe que se me quedaría grande. Allí más. Las ciudades a veces te desbordan. No por su tamaño, que también, sino por su historia, por su dura y compleja historia, que se refleja nada más llegar en cada parte del mapa que llevas en la mano, pensando que con él te orientarás y conseguirás encajar las principales piezas del puzzle. No es que el mapa se hubiera roto en el camino -que podría, por el tiempo que llevaba conmigo-, pero tuve la sensación de que la ciudad estaba cosida a trozos, hecha a retazos, ensamblada. Claro, un día fueron dos en una divididas por un muro de 45 kilómetros . Y antes, a juzgar por su variedad, un número que desconocemos separado por barreras invisibles. Sin embargo, una vez empiezas a rodar crees que quizás sólo sea un espejismo de antaño, porque poco a poco vas percibiendo el cuidado que se ha puesto en el ensamblaje, la delicadeza en conciliar sus fantasmas con sus realidades, el esfuerzo en dejarlo todo allí, a la vista, conviviendo el gris plomizo de las columnas de cemento del monumento al Holocausto o del propio Reichstag con el colorido vivo de las vitrinas de Prenzlauer o de los grafitis de la parte del muro de Berlín aún existente, "East Side Gallery". El respeto hacia los contrastes. Adaptándose los unos a los otros, con (en) sus diferencias. Acostumbrándose a (en) la diversidad, y haciendo de ella un arte. Casi en cada rincón, a la vuelta de cada esquina, sobre todo del Berlín Oriental. Un arte distinto, propio.

El trasiego de las bicicletas desde la Puerta de Brandenburgo a la Isla de los Museos o desde aquí al Barrio judío, entre las vías del tren; los pequeños puestos a ambos lados del río Spree, y los "lugares de estar" creados a la orilla del mismo, te hacen sentir que el cambio forma parte de la ciudad, que está intrínsecamente unido a ella, y la dinamiza, la transforma, la reconstruye. La reconstruye /o reconstruyen, entre todo y entre todos, cada día, cada instante, incluso por la noche, porque esta ciudad no parece dormir... Paseamos por el bosque de Tiergarten, soñamos con la sabiduría en Humboldt, y descansamos en Gendarmenmarkt, pero, fue al atardecer, mirando indistintamente a la puerta de Brandenburgo y a ti, mientras comprabas los últimos regalos, cuando jugando con el objetivo de tu cámara, lo supe. Y entonces, cuando lo sabes, ya no importa cuánto tardes en juntar la piezas del puzzle, es más, tienes incluso la certeza de que le faltarán siempre piezas, que permanecerá incompleto y que siempre habrá algún pequeño rincón por descubrir. Porque este puzzle, esta ciudad, está viva. Y será precisamente eso lo que nos llevará tantas veces como tengamos sed, o inquietud, o curiosidad, al mismo sitio de partida: a Berlín, como a una fuente, como a un lugar por el que hay que pasar y beber. Irse y volver. Y seguir pasando...