No quiero palabras. Ni grandes hechos. Quiero miradas. Sutiles. Traslúcidas. Todo no hay que verlo. La luz, sí. Se refleja. Se contagia. La tuya, sobre todo. Quiero gestos. Delicados. Tiernos. Cómplices. Los tuyos, los que yo percibo de ti. Quiero sonrisas. La tuya, la mía. Las nuestras. Juntas. Por lo mismo. O la una después de la otra, por la del otro. Lo quiero, eso. Miradas, gestos, sonrisas…Pero, sobre todo, “ese estado de gracia que concede la fe”.
jueves, 21 de agosto de 2008
martes, 12 de agosto de 2008
A traspiés... con la "Sombra del Viento"
…Las intrigas y secretos de la vida de Julián Carax en la Barcelona de las primeras décadas del siglo XX, contadas magistralmente por Ruiz Zafón en la voz de Daniel, el hijo de un librero que sueña con recuperar la imagen de su madre muerta tras desenmarañar la historia del novelista Carax, me han succionado mis pensamientos en los últimos tres días…Dicen que después de una separación la lectura de libros, especialmente novelas, se dispara. Supongo que adentrarse en los laberintos de historias lejanas y ajenas, que nos trasladen a otros tiempos y a otros lugares, si son remotos mejor, siempre es más fácil que recorrer los recovecos propios y dejar al descubierto nuestra vida y nuestras circunstancias del aquí y ahora. Pararse. Pararse a veces duele. Seguir nos asegura…que, estamos siguiendo (y no es poco). Que seguimos andando, aunque en algunas partes del camino nos invada el tedio o la fatiga, pero que andamos. Eso sí, la mochila es cada vez más pesada, y nos cuesta ver más allá de lo que nos permiten nuestros pasos. Pero, como contraparte, hemos aprendido que hay cambios de rasante en el camino aunque ni siquiera podamos intuirlos, o, al menos, que puede haberlos, o, al menos, que nunca alcanzaremos a saber con certeza si en nuestro camino los hay o no, ni cuando nos los encontraremos. Que seguimos sin saber nada. Pero que quizás volvamos a ver crecer una flor en el terreno más yermo, aunque entretando nos saltemos la valla, y fisguemos en otros caminos, en otros lugares, en otras vidas (y sus intrigas, y sus secretos).
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viernes, 1 de agosto de 2008
Despertando en New York
...Habías pasado ratos tranquilos, agradables, paseando por las calles del Trastevere y disfrutando de la casa antigua de techos altos, e incluso con restos de frescos, de tu amigo el que fabricaba hélices -me contabas-. También el contraste que existía entre vuestra situación actual (la tuya y la de tu amigo), ambos ilusionados y acompañados en este momento de vuestras vidas, frente a la de tu amiga, que, pese a ser una buena persona –aclarabas-, se encontraba sola –como si existiese alguna clase de relación entre una cosa y la otra-. Y te detenías en recalcar ese contraste y se te iba la mirada, se te iba la mirada…quizás, se me viene ahora a la cabeza, porque existía para ti una delgadísima línea entre ambas situaciones o porque no sabías muy bien en qué lado de esa línea querías encontrarte…mucho más delicada o más difuminada de lo que yo pude intuir entonces de tus palabras….Pero todo cambió desde tu viaje al Trastevere… no sé muy bien por qué…no sé… casi nada o nada…pero todo cambió después...
…Avanzo en el ferry que me lleva de Staten Island a Manhattan, al Sur de Manhattan, y la luz que se refleja en los modernos edificios del barrio financiero de Wall Street, al atardecer, me da en los ojos, de refilón, y se me antoja aterciopelada, algo dulce, amable, más amable que nada de lo ocurrido en las anteriores semanas. Y empiezo a abrir tímidamente los ojos, a mirar, a darme cuenta de lo que tengo delante, a volver a mirar. Primero al agua, y después al muelle, a la orilla, donde embarcamos una hora antes. Varios días cruzando el puente de Brooklyn desde las proximidades del cementario de Queen hasta la gran alfombra de Central Park, recorriendo esta ciudad a lo alto, cuando caminábamos o tumbados en la hierba, a lo alto y desde abajo, con los ojos, toda con los ojos y de arriba abajo, de abajo a arriba..., y hoy empiezo a ver, a despertarme, a darme cuenta de lo que tengo delante.... La próxima vez quizás vuelva a Greenwich, me pareció un barrio habitable y con casas acogedoras…
…Avanzo en el ferry que me lleva de Staten Island a Manhattan, al Sur de Manhattan, y la luz que se refleja en los modernos edificios del barrio financiero de Wall Street, al atardecer, me da en los ojos, de refilón, y se me antoja aterciopelada, algo dulce, amable, más amable que nada de lo ocurrido en las anteriores semanas. Y empiezo a abrir tímidamente los ojos, a mirar, a darme cuenta de lo que tengo delante, a volver a mirar. Primero al agua, y después al muelle, a la orilla, donde embarcamos una hora antes. Varios días cruzando el puente de Brooklyn desde las proximidades del cementario de Queen hasta la gran alfombra de Central Park, recorriendo esta ciudad a lo alto, cuando caminábamos o tumbados en la hierba, a lo alto y desde abajo, con los ojos, toda con los ojos y de arriba abajo, de abajo a arriba..., y hoy empiezo a ver, a despertarme, a darme cuenta de lo que tengo delante.... La próxima vez quizás vuelva a Greenwich, me pareció un barrio habitable y con casas acogedoras…
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domingo, 6 de julio de 2008
Sobrevivir
Desnuda y vacía. Desnuda y vacía, vuelvo a cruzar el charco. Espero volver, al menos, con un traje de neopreno que me envuelva de pies a cabeza.
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miércoles, 2 de julio de 2008
Desahogo discontinuo
Tantas veces la vida nos deja el reducto de sólo estar. Tantas. Que me encuentro una y otra vez en el mismo sitio. Una y otra vez. Y cada vez esperándolo menos. Porque cada vez la situación se repite de una forma diferente. Totalmente distinta. Más distinta. No hay dos iguales. No hay regla. Lo que aprendemos con una persona, a veces pienso que no sólo no nos sirve para otra, sino que incluso lo desaprendemos para esa otra. No hay regla, no la hay. En el fondo, controlamos tan poco de lo que nos afecta, de lo que nos importa. Tan poco. Que es un azar esto de vivir. Esto de amar. Un azar. Quizás por eso, yo también creo en el valor del esfuerzo y de la responsabilidad, porque es la única manera de sentir que algún resultado puede depender de nosotros, al menos en lo que significa aumento de posibilidades. Pero, ni compartiendo ese principio, tan utilizado en los últimos meses, hay reglas. Ni tan siquiera. Qué efímera es la felicidad. Qué efímera. No me extraña haberme sentido un tanto extraña estos dos meses y medio, por lo inusual, por lo inusual en mi vida por esa razón…por estar feliz por eso. Tantas veces la vida nos deja el reducto de sólo estar. Tantas.
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jueves, 26 de junio de 2008
¿Vuelas conmigo?
…mmmm...¿Y si hoy me calzo mis zapatos rojos –como Sine- y echo a volar? ¿Vuelas conmigo?
Te escuchaba, te miraba, te escuchaba. Un poquito más, incluso, de lo que parecía. Para entenderte más, o quizás mejor. Y salté. Salté, y solté un juicio. Sí, eso que tú llamas mezcla de pensamiento y sentimiento. No una idea, un juicio. Y lo hice además de manera grandilocuente. Casi sentenciadora. Lo sé. Me salió de dentro, de lo más adentro. No era del todo consciente, también lo sé, ahora. Tenías razón. Pero no lo procesé. Lo vomité. Y luego; lloré. Un rato. Ya está. Gracias por abrazarme. Gracias. Me gustó sentir tu abrazo. Es que me llegaste al fondo. Donde están esas emociones, esos cariños, esos quereres, que no han conocido nunca la racionalidad, sólo el sentimiento. El mayor, el más puro, el mío, porque es el mío –como el tuyo es el tuyo, no por nada más-. Y es que a lo mejor hay cosas que duelen tanto que no se pueden hablar, que no, ni pensar, como dice mi hermana. Ni pensar. Que yo no planifiqué nunca, sólo en los últimos años porque si no, no llegaba a nada en estos tiempos locos y efímeros… pero voy a volver a acostumbrarme a no llegar a nada, porque no pienso hacerlo. Planificar. No sé planificar. Ni quiero hacerlo tampoco. Y menos con los cariños, con lo que amo. Yo vivo mi hoy, y creo que avanzo a pequeños pasos. Sí, poco a poco. Lo creo. Y no es poco, ¿sabes? No es poco, porque como decía genialmente Sirena Varada avanzar sabiendo que hay que vivir a la vez pasado, presente y futuro (aunque sea el más próximo) ya es. Y es mucho…
…mmmm...¿Y si hoy me calzo mis zapatos rojos –como Sine- y echo a volar? ¿Vuelas conmigo?
Te escuchaba, te miraba, te escuchaba. Un poquito más, incluso, de lo que parecía. Para entenderte más, o quizás mejor. Y salté. Salté, y solté un juicio. Sí, eso que tú llamas mezcla de pensamiento y sentimiento. No una idea, un juicio. Y lo hice además de manera grandilocuente. Casi sentenciadora. Lo sé. Me salió de dentro, de lo más adentro. No era del todo consciente, también lo sé, ahora. Tenías razón. Pero no lo procesé. Lo vomité. Y luego; lloré. Un rato. Ya está. Gracias por abrazarme. Gracias. Me gustó sentir tu abrazo. Es que me llegaste al fondo. Donde están esas emociones, esos cariños, esos quereres, que no han conocido nunca la racionalidad, sólo el sentimiento. El mayor, el más puro, el mío, porque es el mío –como el tuyo es el tuyo, no por nada más-. Y es que a lo mejor hay cosas que duelen tanto que no se pueden hablar, que no, ni pensar, como dice mi hermana. Ni pensar. Que yo no planifiqué nunca, sólo en los últimos años porque si no, no llegaba a nada en estos tiempos locos y efímeros… pero voy a volver a acostumbrarme a no llegar a nada, porque no pienso hacerlo. Planificar. No sé planificar. Ni quiero hacerlo tampoco. Y menos con los cariños, con lo que amo. Yo vivo mi hoy, y creo que avanzo a pequeños pasos. Sí, poco a poco. Lo creo. Y no es poco, ¿sabes? No es poco, porque como decía genialmente Sirena Varada avanzar sabiendo que hay que vivir a la vez pasado, presente y futuro (aunque sea el más próximo) ya es. Y es mucho…
…mmmm...¿Y si hoy me calzo mis zapatos rojos –como Sine- y echo a volar? ¿Vuelas conmigo?
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miércoles, 18 de junio de 2008
Reencuentros
Cuando bajo al Sur, me siento siempre y de nuevo acogida por la vida. Es como si la vida me estuviera esperando con una sonrisa. Con los brazos abiertos… En el barrio, por la calle, la gente se reconoce, se saluda, se paran a hablar de sus cosas, y se despiden con un “hasta luego”. Viven hacia afuera, más en esta época del año. Y eso, en ocasiones, a mí me revuelve; pero en otros momentos, como ahora, me apacigua, me reconcilia. Es como si la dosis de "alegría" o "energía vital" que sabes que existe pero que a veces no ves, te la pusieran delante de los ojos, se te metiera dentro, y luego, creciera en ti, germinara; como si nunca hubiese dejado de ser tuya. Sí, es como si el Sur “me inseminara de vida”. También de alegría. Y de dulzura. Y de sonrisas de acogida. Cuando bajo al Sur, después de cenar, charlo animadamente con mis padres, y en las noches de Quintero, nos solemos ir a la cama después de escuchar sus palabras de despedida. Ayer, eligió al poeta de Moguer, con el que crecí, Juan Ramón Jiménez ...
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincon de aquel mi huerto florido y encalado,
mi espiritu errará, nostalgico.
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.
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